¿Sirve la meditación para reducir el estrés?
Sobre-activación
Una de las situaciones más reconocidas por quienes están “estresados”, es que no pueden detener el alto ritmo de funcionamiento en el que están . Se sienten atrapados en un círculo vertiginoso del que es imposible escapar; cada día de trabajo parece más demandante, cada situación laboral se vuelve apremiante, el calendario y la agenda se vuelven en contra; y el tiempo libre parece un anhelo remoto e imposible. Simplemente, al estar estresados pareciera que no es posible detenerse con todo lo que hay que hacer. Sin embargo, si miramos con mayor profundidad cómo es que se mantiene esta necesidad de estar funcionando todo el día y sin descanso (a tal punto que, cuando nos vamos a dormir, nuestra mente no para de imaginar situaciones, calcular y planificar actividades de todo tipo), podemos darnos cuenta de que hay dos factores involucrados que parecen contradictorios, pero que funcionan juntos en esta sobre-activación:
Por un lado, nos sentimos colapsados, las actividades del día a día nos “piden” tiempo y energía; nos sentimos “sobrevendidos” y comprometidos con tantas metas que, simplemente, el tiempo no nos da. Ante esto, el consejo más obvio sería “no tomes tantas responsabilidades, aprende a decir que no y comienza a cuidarte”. Posiblemente, muchos hemos escuchado este sano consejo pero no hemos logrado ponerlo en práctica. Pero, ¿por qué? ¿Acaso tenemos miedo de defraudar a quienes dependen de nuestra eficiencia? Pues bien, la segunda faceta de esta “sobre-activación” es que, dado que atribuimos a nuestro trabajo un lugar importante en nuestras vidas, el funcionar a un alto ritmo, más que una obligación, se torna una fuente de motivación; aunque estemos colapsados y sin espacios de libertad en la semana, hay algo de este alto ritmo que nos resulta estimulante. El problema es que este “gusto” por responder y no detenernos a descansar, puede llegar a funcionar incluso como una adicción, una actividad medianamente satisfactoria realizada con bajos niveles de consciencia. El trabajo se transforma en la mejor droga para comenzar y terminar el día, y con él escapamos de varias otras responsabilidades personales.
Cómo ayuda la meditación: en un aspecto fundamental, el estrés tiene que ver con estar sobreactivado. Y este vértigo, al sobrepasarnos, también nos puede resultar estimulante. Pues bien, la práctica de la meditación nos ofrece un vuelco radical en este respecto, pues con ella aprendemos a desligarnos de la carrera de lo urgente, con su vorágine de metas y exigencias, para descansar nuestra atención en el interior, en la vivencia de (o la sensación de habitar) nuestro cuerpo, en la simple experiencia de estar presentes. El foco se vuelca hacia adentro, hacia nuestras sensaciones y emociones, y somos capaces de reconocer, paulatinamente, los patrones mentales con que funcionamos, y aprendemos a ver con mayor claridad que esas actividades que parecen muy estimulantes, rápidas y provocadoras, acarrean un importante costo para nuestra salud. Así, con la meditación podemos generar un espacio interior propio, en el que nos sentimos como en casa, sin necesidad de huir de nada ni de correr, porque simplemente podemos disfrutar del momento actual, de lo que tenemos al frente, sin la prisa de buscar soluciones ni alcanzar éxitos. Nos reencontrarnos con la experiencia de habitar el cuerpo y la droga de la sobredemanda se vuelve, de a poco, menos tentadora; aprendemos a templar los ánimos, a descansar nuestra mente y saber que nada es tan importante, obligatorio ni urgente. En resumen, nos damos cuenta de que se puede estar sin hacer nada por más de 15 minutos al día. Claramente, la meditación podría resultar un poco aburrida en un principio, ya que implica, como técnica, sólo sentarse derecho y atender a la respiración o a las sensaciones de nuestro cuerpo. Eso, claramente, nos saca del vértigo y carece de la adrenalina que sí tiene preparar una reunión con nuestras mejores habilidades o trabajar hasta tarde en pos de vernos recompensados o ver un buen resultado. Al meditar, nos damos cuenta de que la mejor satisfacción para el cuerpo (y para nuestro ser) es hallarnos en plena relajación, situados en el aquí y ahora y, por lo tanto, satisfechos simplemente con el hecho de estar sentados, atentos a lo que pasa. “No es necesario correr para estar contento con uno mismo”, podría ser un primer principio contra el estrés.
Evaluaciones y juicios
Una de las explicaciones que ofrece la psicología cognitiva frente el estrés, es que siempre que estamos frente a alguna situación de cualquier tipo (como puede ser una situación de trabajo, o una actividad académica), realizamos una evaluación de dicha situación, muchas veces en forma inconsciente, para saber si ésta nos resulta agradable, positiva, irrelevante o, por otro lado, demasiado desafiante o amenazante; es decir, estresante. Cuando este último es el caso, hacemos un repaso por las capacidades y recursos que tenemos para hacer frente a esta situación estresante, y si la conclusión no es favorable, el estrés se sostiene y aumenta. Por lo tanto, nos estresamos cuando sentimos que una situación demanda de nosotros más que lo que somos capaces de ofrecer como respuesta.
Pues bien, el problema es que esta evaluación acerca de nuestras capacidades personales y recursos, suele ser realizada sin mucha reflexión de por medio. Dado que muchas veces estamos muy restringidos de tiempo, lo que limita nuestra capacidad de reacción (por ejemplo, si debo completar un trabajo largo y complejo para mañana, y recién me avisan de esta “urgencia” a las cuatro de la tarde), se torna difícil funcionar con la claridad mental necesaria para buscar soluciones alternativas o, incluso de ser necesario, decir que no ante lo que se nos pide. El asunto es que solemos evaluar rápidamente este tipo de situaciones como “otro problema más”, algo más que añadir a la lista de eternas preocupaciones, otro síntoma de la insalvable incompetencia de otros, o un castigo por nuestra propia incompetencia, por lo poco organizados o hábiles que somos, etc. Y así, nos vamos llenando de ideas que no nos permiten pensar con mucha claridad, que hostigan nuestra capacidad de descanso y nos mantienen, como un pez con un anzuelo, atrapados en la vorágine de actividades, metas y quehaceres, entendidos estos últimos como una eterna fuente de preocupaciones y complicaciones. Entonces, el trabajo o los estudios se vuelven un problema, algo –como vimos- estimulante y que debe ser resuelto contra el tiempo, pero una complicación permanente, que suele ser reforzada por nuevas preocupaciones. Dificultades tras dificultades, con esporádicos momentos de descanso: ésa parece ser la pauta. El caso es que no nos damos cuenta de que todo esto nos es más que un esquema, un mapa de la realidad que estamos elaborando mentalmente, para funcionar día a día. Nuestras emociones nos hacen evaluar cada situación en base a los polos positivo y negativo; y cuando algo no sale como lo esperábamos, surge el juicio negativo, se ven más y mayores problemas, seguimos pensando más de la cuenta y aumenta el estrés. Desde esta óptica, entonces, el estrés implica fatiga mental por exceso de ideas: no tenemos espacio más que para responder rápido, complicarnos o quejarnos, por lo que el “material” de la estructura de nuestra mente, se resiente. Estamos a un alto nivel de funcionamiento en lo físico, sobreexigiéndonos, y nuestra capacidad de pensar con claridad parece desvanecerse y sólo respondemos bien a lo concreto, inmediato y rápido de procesar.
Cómo ayuda la meditación: Los juicios con que funcionamos, suelen pasarnos desapercibidos. Solemos juzgar como “malos”, “demasiado complicados” o como “lo peor” los eventos que enfrentamos. Y de nosotros mismos, solemos decir que “otra vez me pasó lo mismo”, “no creo que me la pueda con todo esto”, “de nuevo me equivoqué”, etc. Ahora, aunque algunas de estas ideas puedan ser ciertas, el problema es que ocupan todo nuestro espacio mental y emocional, terminando por cansarnos y hacernos sentir sin herramientas ante las situaciones que se nos aparecen.
Cuando nos acostumbramos a meditar, podemos aplicar la técnica de atender a nuestra respiración y relajar nuestra mente incluso en nuestro espacio de trabajo. Entonces sentimos nuestra respiración y a nuestro cuerpo, dejando de lado, paulatinamente, el fluir de ideas y la irrupción de juicios y afirmaciones relacionadas con la eficiencia o el malestar. Al relajar nuestra mente en la meditación, se abre un espacio para suspender los juicios y permitir que el “material fatigado” de nuestra mente descanse, se renueve y fortalezca. El foco cambia, entonces, y se dirige hacia la experiencia del cuerpo y de lo que se vive en el momento presente. Por eso, puede ser útil, en algún momento del día, detenernos y darnos uno, dos o tres minutos de atención a nuestra respiración, con la espalda derecha. Al sólo hacer eso, ya podemos estar un poco más presentes y ganamos espacio en nuestra vivencia, por sobre las ideas rápidas, los juicios y el miedo. Podemos, por ejemplo, prestar atención al lugar físico en el que estamos, mirar lo que tenemos alrededor, sin necesidad de pensar en algo, dándonos la posibilidad de sólo estar ahí, sin sacar conclusiones, por un momento. Así, con la práctica, aprendemos a no creer tanto en nuestras ideas y juicios apresurados, a no tomarlos tan en serio, porque sabemos que son sólo ideas que pasan y se desvanecen, como todo lo que pensamos, mientras estamos ocupados en atender a nuestra respiración y estar presentes con las sensaciones de nuestro cuerpo, que fluyen y cambian todo el tiempo.
Por lo tanto, aunque tengamos muy poco tiempo de descanso, podemos asegurarnos de que este tiempo sea de calidad y sea útil para nuestro bienestar. Podemos aprender a situar nuestra mente en una posición equilibrada, sin la urgencia de concluir que “todo está mal”, o que “tengo demasiadas cosas que hacer y difícilmente seré capaz de responder a tiempo”. La lección, si nos decidimos a practicar la meditación, será que es posible suspender los juicios negativos que emitimos apresuradamente. De esta manera, evitamos agotarnos y recuperamos energía mental y física. Además, si necesitamos realizar algún cambio importante en nuestras vidas para estar menos estresados, podremos tomar una decisión con mayor claridad mental.
La práctica de la meditación no es compleja como técnica, pero requiere mucha perseverancia. Es por esto que puede ser fácilmente abandonada y descartada, quedando fuera de nuestra sobreabundante rutina. Sin embargo, si logramos practicar en forma metódica y disciplinada, los beneficios van notándose poco a poco, y la calidad de vida mejora. Además, encontramos un espacio de paz interior, en el que refugiarnos y descansar, pase lo que pase en nuestra vida cotidiana, sea cual sea el ritmo al que debamos volver una vez hemos terminado de sentarnos un momento a respirar tranquilos.
Finalmente, cabe señalar que una buena práctica de meditación debe acompañarse del cuidado de otros hábitos importantes, tales como una adecuada alimentación , una buena higiene de sueño y actividad física . Así, estaremos haciendo algo para que el exceso de estrés se convierta en energía que podamos ocupar a nuestro favor, en forma equilibrada y sin descuidar nuestras metas personales y laborales. Sintiéndonos en mayor armonía con nuestro entorno.
- Grossman, P., Niemann, L., Schmidt, S. y Walach, H. (2004) Mindfulness-based stress reduction and health benefits: A meta-analysis. Journal of psychosomatic research, 57 (1), 35-43.
- Lazarus R. y Folkman S. (1984) Stress, appraisal and coping. New York: Springer.
- Trungpa, C. (1986) Shambhala: La senda sagrada del guerrero. Barcelona: Kairós.
- Foto: Moyan Brenn
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