La Terapia de Parejas (TP) es un espacio que puede cumplir distintos objetivos; a lo largo de este escrito iré tratando de esclarecer qué es y qué no es, cuándo aplica, cuando está contraindicada y qué esperar de ella.
Muchas veces se confunde con Terapia Familiar, y la principal diferencia es que la TP se enfoca exclusivamente en lo que ocurre entre la pareja, y no se involucra con todo el sistema familiar cuando son más de 2 personas.
La TF aborda a todo el grupo de personas que conviven en un momento determinado. En términos generales, la TP busca abordar las dinámicas relacionales entre sus integrantes, y proveer un espacio seguro para co-construir dinámicas que sean funcionales a la relación.
En ese proceso, se exploran las historias de cada miembro de la pareja, sus emociones y sentires, sus expectativas y anhelos, no con la finalidad de intervenir directamente sobre dichos aspectos individuales, sino como medio para incrementar la comprensión mutua, la empatía y facilitar nuevos acuerdos relacionales.
Aquí surge el primer “No Es” de la TP: no es un espacio para profundizar en la comprensión y resolución de conflictivas individuales, no es un espacio “para que el otro cambie”. Es una instancia para aumentar la comprensión mutua.
Lo que buscamos es, también, visibilizar los posibles recursos que ya tiene la pareja y facilitar que se desplieguen. No hay que olvidar que la pareja que consulta lleva un tiempo ya de relación (habitualmente años), y que esa relación se ha sostenido por sus miembros de alguno u otra manera, con más o menos sensación de bienestar y felicidad, por lo tanto que ellxs son quienes tienen mayor conocimiento de qué los mantiene unidos y perseverando en relacionarse; y esté es uno de los recursos fundamentales que hay que observar y ver cómo disponer a favor de un mayor bienestar actual.
Segundo No Es: La TP no es un espacio donde le terapeuta es un experto sobre dicha relación, sino que es un tercer participante que va a contribuir a que la pareja pueda ampliar sus posibilidades relacionales, siempre desde el respeto a la relación ya existente.
En ese proceso podrá reflejar lo que se observa, intervenir si la tensión aumenta en niveles que generen más riesgo que provecho, sugerir tareas que ayuden a los miembros de la pareja a visualizar sus dinámicas y/o faciliten la co-construcción de nuevas dinámicas; pero hará su trabajo en conjunto con la pareja y entendiendo que lo que ocurre en sesión se despliega con elle como participante activo.
La TP tampoco es (3r No Es) un tribunal donde los miembros de la pareja exponen sus visiones y el terapeuta cual juez determina una resolución y dicta una sentencia, si bien esto es algo que se solicita mucho (“queremos que tu nos digas quién está mal en qué… si me dices que yo estoy mal yo lo cambio”). Tampoco es un proceso de mediación, aunque a veces podamos mediar en ciertas cuestiones.
La TP es un espacio para abrirse a nuevas posibilidades de reconocimiento mutuo, de encuentro empático (esto es parte de lo que se construye activamente, pues no todes han sido educados en empatía), es un espacio para ver la posibilidad de conectarse con la otra persona y desde ahí encontrar juntes nuevas formas de estar en la relación que los dejen satisfechos. Para hacer TP, ambos miembros de la relación deben querer trabajar para mejorarla.
Así entramos en las contraindicaciones generales, no se recomienda hacer TP en 3 situaciones específicamente al menos:
Si uno de los miembros de la pareja no está de acuerdo, no le encuentra sentido, no considera que haya algo de la relación que trabajar, no recomendamos TP. Esto es parte de lo que se evalúa en las primeras sesiones, y de apreciarse le terapeuta explicitará que no aplica TP y sugerirá otros caminos (psicoterapia individual para quien está más motivado, por ejemplo). Esto debido a que la TP requiere de ambos miembros activos y dispuestos al trabajo terapéutico, se enfoca en lo que les ocurre a ambos en su interrelación y nadie se involucra si no ve una problemática que le atañe (es muy difícil que suceda).
Otra contraindicación es cuando hay una infidelidad en curso (entendida como un quiebre de un acuerdo unilateral, que implica sostener un secreto a la otra persona, además). Es no recomendado no sólo por lo que implica sostener un secreto entre uno de los miembros y quien lleva la terapia, y cómo eso afecta la lealtad de le terapeuta con ambos; sino además porque si uno de sus miembros está paralelamente en otra relación a escondidas, difícilmente podrá disponer su energía al proceso íntegramente. Cuando hay una infidelidad en curso, se trabaja para que la persona involucrada pueda avanzar en terminar dicha relación, que decida si quiere seguir en la relación que la trajo a terapia, o al menos que pueda transparentar la situación con su pareja; en pos de favorecer la honestidad dentro de su relación y la posibilidad de nuevos acuerdos respecto de los límites de la relación que desean tener.
Una tercera contraindicación es cuando hay violencia en curso, física o psicológica. Especialmente si es unidireccional. Esto debido a que cuando hay VIF (violencia intra familiar), habitualmente uno de los miembros de la pareja ejerce poder sobre la otra persona, y se requiere que ambas personas sientan que pueden expresarse libremente en el espacio terapéutico al menos. No será productiva la TP si, luego de que alguien exprese su sentir, al llegar a sus casas quien ejerce violencia se “desquite” con el otro miembro de la pareja. No podemos exponer a quienes son víctimas de violencia. Lo que se hace en estos casos, en términos generales (dependiendo de la gravedad, intensidad y vulnerabilidad presentes), es derivar a ambos a psicoterapia individual para que las dos personas fortalezcan individualmente sus recursos para salir de la dinámica violenta y no volver a ella.
La TP busca generar un espacio seguro, confiable para sus participantes; donde se vaya construyendo un clima emocional que permita profundizar en sus dificultades y anhelos. Un espacio para exponerse frente a la otra persona y buscar en conjunto nuevas formas de relacionarse que sean vistas como positivas para ambos.
También puede constituirse como un espacio seguro para resolver de buena forma una separación. Aplica siempre que haya 2 personas dispuestas a construir esa posibilidad. Siempre que haya una intención de estar mejor, de resolver, de encontrar nuevas formas y dinámicas entre dos personas, va a ser provechosa la TP.
Finalmente, si una pareja no está segura de si podría ser pertinente hacer TP, siempre se puede consultar con esa duda y esclarecerlo en conjunto con le terapeuta. Lo ideal eso sí, es que sea alguien que se ha especializado en esta modalidad.
Escrito por psicóloga Andrea Bosco