La Terapia Biodinámica Craneosacral nace y evoluciona a lo largo de un siglo, gracias a personas entusiastas de conocer el cuerpo humano y las raíces de la salud.
Los primeros pasos los dió un Osteópata, Dr. Sutherland (E.E.U.U 1873-1954), que a principios del siglo XX, estudiando un cráneo desarticulado, tuvo la intuición de que los huesos temporales son como las agallas de un pez: respiran. En aquella época, en las universidades occidentales, se creía que los huesos de la cabeza estaban soldados (a diferencia de en las rusas, persas u orientales1).
Él y sus discípulos dedicaron décadas a investigar y demostrar que los huesos de la cabeza tienen un sutil movimiento rítmico de expansión – contracción. Y, que este movimiento, de 8 a 14 pulsaciones por minuto, un poco más lento que la respiración, es vital para la salud y el bienestar. Llamaron a su trabajo “Osteopatía Craneal”.
Pronto se dieron cuenta de que los huesos no se mueven solos, si no que están adheridos a la duramadre (una meninge, una membrana que protege al sistema nervioso central), y que su dinámica de movimiento está unida al movimiento de esta tela semi – elástica. Más adelante, empezaron a incluir en su escucha al tejido nervioso y al fluido cerebroespinal.
Además, observaron que estas pulsaciones también pueden percibirse en otras partes del cuerpo. Llamaron Respiración Primaria al fenómeno, por considerar que es más importante que la respiración pulmonar. Una vez, el Dr. Sutherland estaba paseando por un lago y vio que estaban auxiliando a un hombre ebrio que se había ahogado, no estaba respirando y su corazón se había detenido, no habían podido reanimarlo, pidió permiso para poner las manos en su cabeza, se dio cuenta de que todavía había pulsación craneal, hizo un balanceo de sus huesos temporales y en unos instantes el hombre recuperó sus constantes vitales y la consciencia.
Se hicieron expertos en palpar con sus manos la cabeza y columna de las personas, se dieron cuenta de que las manos pueden entrenarse para percibir muy al detalle los movimientos internos del cuerpo. Estudiaron las pulsaciones de cada hueso y cada órgano, con sus ejes de flexión, extensión y rotación.
Décadas más tarde, al final de su vida, el Dr Sutherland empezó a percibir unas fuerzas que lo llevaban hacia atrás y hacia adelante cuando tenía las manos en la cabeza de una persona. Lo que al principio era un misterio, pasó a ser la base de su trabajo, ya que se dio cuenta de que, poniendo atención a estas fuerzas, a las que denominó Mareas, sus consultantes notaban grandes avances en su proceso terapéutico. Mareas porque movían las aguas del cuerpo hacia la cabeza o hacia los pies y en expansión – contracción, de forma similar a como lo hace la luna con el agua del mar.
Él era cristiano, y dedujo que las Mareas (describió a dos, la Marea Media y la Marea Larga, de diferentes ritmos y cualidades), procedían de una fuerza más grande a la que llamó Aliento de Vida. Hablaba de la potencia de la Marea, un fenómeno muy similar al Chi de la Medicina Tradicional China o al Prana del Ayurveda.
Después de su fallecimiento, sus discípulos siguieron evolucionando, y con los años surgieron varias ramas de su trabajo, algunas ya fuera de la Osteopatía.
La denominada Terapia Biodinámica Craneosacral recoge el trabajo de los últimos tiempos del Dr. Sutherland y lo complementa con conocimientos y experiencias de otras tradiciones terapéuticas de Oriente y de Occidente, como la Terapia de Polaridad, la embriología y psicología perinatal, teoría del trauma, técnicas meditativas, etc.
En esta disciplina, se considera que el Aliento de Vida genera las Mareas, las Mareas mueven las aguas del cuerpo, las aguas mueven a los tejidos blandos (como las meninges), y éstas mueven a los huesos en una pulsación rítmica. Se da mucha importancia al fluido cerebroespinal, que baña al sistema nervioso central, pues por ser un agua muy pura es un gran conductor de las energías más sutiles del campo energético, y facilita la integración de las fuerzas energéticas y los tejidos. Últimamente se están valorando del mismo modo las aguas del interior del colágeno, la proteína más común en nuestro cuerpo, que nos da la cualidad de la elasticidad.
Como terapeutas, desde un estado de presencia y aquietamiento, colocando las manos suavemente en pies, cabeza o columna, ponemos atención en las Mareas de la persona consultante, escuchando cómo éstas activan sus aguas, tejidos y órganos corporales, potenciando así su fuerza y apoyando el equilibrio. Creamos las condiciones para que el organismo se revitalize y reordene a sí mismo.
Es una terapia que conjuga el trabajo del cuerpo físico con el del campo energético, conocemos a ambos con precisión, y promovemos su integración.
Cualquier campo energético tiene un polo positivo y uno de negativo, y la energía se mueve entre ambos. En el caso humano, estos dos polos podemos verlos por ejemplo entre la coronilla y la planta de los pies, en la que denominamos Línea Media, que a nivel corporal es dónde se encuentra nuestra columna espinal, el sistema nervioso central, el corazón, etc. Hay un contacto muy típico de la Biodinámica Craneosacral que es, con la persona consultante de lado, una mano en la cabeza y otra en el sacro, de esta manera contenemos, apoyamos y damos espacio para el cambio al sistema nervioso central, a sus aguas, a las meninges y a los huesos de columna y cabeza.
Esta terapia puede tener efectos en todos los ámbitos de la persona, desde el físico al emocional, mental y espiritual. Puede ser beneficiosa, en casos de estrés, dolor crónico, cansancio, afecciones del oído y vías respiratorias, disfunciones ginecológicas, postoperatorios, personas mayores, personas con interés en autoconocimiento y autocuidado, por nombrar algunas.
Escrito por Núria Buch
1Roger Gilchrist, La Terapia Craneosacral y el cuerpo energético. Gaia Ediciones, 2007: 24
Excelente síntesis de esta disciplina tan sutil y amorosa.