Mi encuentro con la medicina ocurrió a mis 15 años, con el diagnostico de cáncer de una de mis hermanas. Esa experiencia me hizo volver a mirar la enfermedad y la salud: la enferma era mi hermana, pero nos afectó a todos, emocionalmente, funcionalmente,  incluso requirió  modificaciones a nuestro ambiente y actividades sociales. Comencé entonces a interesarme por el bienestar, más allá de la visión occidental de la salud.

Desde mis primeros trabajos sentí que las herramientas que me había entregado la escuela de medicina, pese a ser muy sólidas y con mucha evidencia de respaldo, no me eran suficientes para ayudar a mis consultantes a alcanzar ese estado de bienestar. Así comencé a interesarme por los puntos donde la medicina alopática me resultaba más débil en ese momento: los estilos de vida, la integración de las emociones, las realidades sociales y sistémicas individuales, la intuición y el empoderamiento personales. En esa búsqueda me encontré con el concepto de medicina integrativa, como una forma de medicina individualizada, que abarca las distintas aristas del individuo, que se sostiene sobre una responsabilidad armoniosa en el cuidado de nuestro cuerpo, mente y emociones, y que se asienta sobre los aspectos modificables del sistema y entorno de cada individuo; no solo para recuperar la salud, sino también para construirnos una experiencia de vida sana que nos permita desarrollarnos en plenitud.

Creo que todos podemos alcanzar el bienestar, pero no existen fórmulas replicables de persona a persona. Somos seres complejos y fascinantes, inmersos en un mundo cambiante y maravilloso. Y lograr el bienestar requiere mirar el todo.