Entre los muchos aspectos que podemos observar respecto de la Tierra y nuestra relación con ella, aparecen cada vez más resultados de investigación en torno a que el contacto con la naturaleza tiene directa relación con el bienestar psicológico.
Algunos estudios señalan que los afectos positivos, el bienestar y la felicidad subjetiva aumentan; se produce una facilitación de interacciones sociales positivas, vivencia de cohesión y compromiso. Estar lejos de las rutinas cotidianas, la actividad física y la interacción con otras personas, son elementos que se describen como explicaciones. También pareciera ser que la naturaleza permite la recuperación de estrés psicológico a través de respuestas adaptativas -que podrían ser innatas- frente a condiciones naturales como la amplitud, la presencia de estructura y agua. La teoría propone que la percepción de estos elementos gatilla respuestas emocionales positivas relacionadas con la seguridad y la supervivencia.
Revisiones sistemáticas recientes indican que si bien se requiere estudios con mejor diseño en el tema, “los resultados de las mejores revisiones mostraron que los baños de bosque pueden ser beneficiosos para (1) el sistema cardiovascular al reducir la presión arterial y la frecuencia cardíaca/pulso en adultos sanos y en personas con hipertensión y (2) la salud mental al reducir el estrés y síntomas de depresión y ansiedad y disminución de la ira en adultxs sanxs y en personas con diversas condiciones de salud”
Se describe en distintos estudios que el contacto con la naturaleza motivó cambios beneficiosos en los sentimientos de energía, ansiedad, ira, fatiga y tristeza en las personas. Aunque se siguen requiriendo estudios de calidad para hacer descripciones más precisas sobre los efectos del contacto con la naturaleza, aun controlando factores como actividad o tipo de actividad, el beneficio se registra en estudios de diversos diseños. Si bien los estudios nos sirven para ir precisando el cómo ocurre, y cuáles pueden ser los beneficios específicos de este contacto, muchas personas reportan experimentar bienestar asociado a caminar entre árboles, sentarse a mirar el horizonte cerca del mar, escuchar el silencio en las montañas o estar en el desierto.
“La Tierra no nos pertenece, pertenecemos a ella”
Formamos parte de esa naturaleza, en niveles que tal vez no acostumbramos a describir o percibir, y desde la ilusión de separación en que solemos transitar nuestras vidas en las definiciones culturales comunes. Podemos incluso vivir sin considerar que eso que a veces nos proponemos “visitar” es el ecosistema al que pertenecemos. Un inmenso -y bello- sistema del que somos una pequeña parte.
En el libro Love letter to the planet (Canto de amor a la Tierra), Thich Nhat Hanh propone que para proteger y recuperar el vínculo y la comprensión de que somos un solo organismo con la Tierra, necesitamos recuperar la relación con nuestro propio cuerpo y ejercitar la atención plena. La práctica de la atención plena, propone, no requiere de nada especial, sino simplemente mantenernos en cada momento y actividad del día llevando nuestra atención con nosotrxs. Caminar, sentarnos, lavar platos, aquietarnos observando una hoja, una nube o escuchar a los pájaros, ducharnos o esperar en un semáforo, puede ser una preciosa oportunidad para prestar atención a lo que está ocurriendo en ese exacto momento, allí donde estamos. Incluido nuestro propio cuerpo, que muchas veces se queda “olvidado” entre la larga lista de cosas por hacer, tareas por cumplir, sueños por alcanzar.
El cuerpo, el aspecto físico de este organismo que somos, está procesando todo el tiempo información fundamental para nuestro bienestar y seguridad, y nos mantiene en estrecha relación con la estabilidad de la Tierra, a la que estamos siempre tocando. La práctica de atención plena – atención sin juicio a todo lo que sucede en nosotros y nuestro alrededor- es otro modo de decirle al estar en el aquí y ahora, prestando toda nuestra atención a lo que estemos haciendo. La práctica atenta al momento en el que estamos nos permite conectar con nuestro cuerpo. “Y, cuando conectamos con nuestro cuerpo, también lo hacemos con la Tierra y, a través de ella, con la totalidad del cosmos. […] Estar atento es un acto de despertar. Podemos despertar al hecho de que la Tierra está en peligro y de que también lo está, en consecuencia, la vida de las especies que la pueblan. […] La práctica de la atención plena nos conecta más naturalmente con el planeta. La capacidad de escuchar al planeta depende en forma directa de la capacidad de escucharnos atenta y compasivamente a nosotros y a lxs demás.”
La atención al presente nos ayuda a hacer espacio a lo que sea que nos esté sucediendo, permitiéndonos de esa forma cuidar de nosotros, acoger nuestra historia y nuestro sentir, e integrar todo lo que somos. La atención plena es un ancla que nos impide perdernos en el pasado o en el futuro.
“Cuando estoy atento, disfruto más de las cosas, desde el primer sorbo de té hasta el primer paso que doy.”
La atenta conciencia en la respiración es el fundamento de la atención plena, nos permite, por así decir, tender un puente entre la mente y el cuerpo, tranquilizándonos, trayendo calma, aliviando la tensión. Desde un estado de mayor calma, podemos percibir con más claridad y de esa manera estar más en contacto con nuestro propio cuerpo y con la Tierra. Nuestra comprensión se amplía desde la claridad y el aquietarnos.
Si tenemos la fortuna de poder respirar sin problemas, podemos navegar cada inhalación y exhalación recordando que formamos parte de este planeta, y que la Tierra está siempre sosteniéndonos (salvo que estemos en un avión, siempre, siempre estamos en contacto con la Tierra).
Así como la respiración nos trae de regreso al cuerpo, tal vez la naturaleza nos ayuda a venir de regreso a la conciencia de ser parte de la Tierra y todo lo que en ella existe. Sentarnos, o caminar atentamente en algún espacio que nos acerque a la naturaleza puede ser nuestro puente para recordar sin esfuerzo un ritmo que nos acerca a ampliar nuestra comprensión al calmarnos y resonar con una experiencia de unidad.
Nada especial. Sólo estar permitiendo que el cuerpo y la respiración nos acerquen amablemente a sentir esa pertenencia, ese refugio que nos permite descansar del exceso de pensamiento, abriendo espacio a la regulación orgánica, la comprensión de los que nos hace unx con esa naturaleza, y tal vez también a la motivación por el cuidado de la Tierra de la que somos parte. Nuestra mente puede salir del modo “a toda velocidad” por unos minutos o unas horas, y descansar, refrescándose en el espacio natural, sólo contemplando. Sin comentario, sin juicio, absorta en el ahora y dejando al antes y el después también descansar. Estar estando, caminar caminando. En el simple placer de estar, sin ocuparse de nada más… presente, aquí, ahora.
“A cada nuevo paso, regreso a mi hogar en la Tierra.
A cada nuevo paso, regreso a mi fuente.
A cada nuevo paso, me refugio en la Madre Tierra”
Referencias bibliográficas
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Nhat Hanh, Thich (2012) Love letter to the planet. Parallax Press
Stier-Jarmer M, Throner V, Kirschneck M, Immich G, Frisch D, Schuh A. The Psychological and Physical Effects of Forests on Human Health: A Systematic Review of Systematic Reviews and Meta-Analyses. Int J Environ Res Public Health. 2021 Feb 11;18(4):1770. doi: 10.3390/ijerph18041770. PMID: 33670337; PMCID: PMC7918603.
Ulrich RS. In: Behavior and the natural environment. Altman I, Wohlwill JF, editor. New York, Plenum Press; 1983. Aesthetic and affective response to natural environment.
Escrito por Psi. Edith Saa