Cuánta razón tiene esta antigua frase en tiempos convulsos como los que vivimos y eso trae aparejado un sinfín de detalles y no tan detalles a analizar, de modo de afrontar mejor cada día.
Por cierto, el modo en cómo vamos a vivir estas crisis (sanitaria, socioeconómica, climática) va estar ligado a aspectos diferenciadores que nos distingan, como la edad, el género, la situación laboral, la ocupación informal o tipo de actividad para generar ingresos para el hogar. También marcará diferencia si vives sol@ o acompañad@, si eres del campo o de la ciudad -y en ésta donde vives- si puedes realizar teletrabajo y combinar con atención de adulto mayor o de niños(as) pequeñ@s y/o adolescentes y las propias exigencias dependiendo de tu situación familiar. Cada uno de esos aspectos, y otros más internos, tendrá su peso para cómo abordar el día a día. Tendrá efectos en el quehacer laboral si es que está inestable o debes reinventarte para enfrentar las nuevas formas de trabajar; o estresante si estás en servicios esenciales, como, por ejemplo, en establecimientos de salud, incluidos los complejos momentos frente a pacientes críticos y que pueden morir y el alto nivel de presiones cotidianas.
Para otr@s, el quehacer profesional a través del trabajo remoto pondrá cuotas de tensión para responder a diferentes demandas provenientes de jefaturas o de las materias a trabajar. Para quienes desarrollan actividades en el área de la salud, en términos integrales, habrá sufrimiento con las realidades duras que se constatan, tales como la violencia doméstica, las enfermedades complejas o con la intervención en familias en las que se sabe existen abusos contra niños, niñas y adolescentes o están con carencias vitales y necesidades deficientemente aseguradas.
Con el correr de los días, la crisis sanitaria ha venido a mostrar las distintas caras de la realidad que vivimos y, en ocasiones, con un fuerte impacto personal y familiar gatillado, por ejemplo, por la cesantía inesperada, por una disminución drástica de ingresos, por la lejanía de nuestros seres queridos o, en términos más íntimos, por el cómo lidiar con el confinamiento o con el hecho de tener que salir a trabajar igual con los riesgos de contagio que ello implica.
Por otro lado, estos meses han ido implicando realizar una serie de ajustes internos en forma cotidiana que muestran que el o los modos de afrontar el día a día, a ratos, se agotan y que la emocionalidad puede estar volátil, todo lo cual nos lleva a realizar nuevas adaptaciones internas con quienes convivimos y con quienes trabajamos. Querámoslo o no, hay un cambio sociocultural en curso.
Flexibilidad y adaptabilidad a desarrollar. Y entonces es válido considerar como una especie de faro cotidiano la frase de Cada Día Tiene su Afán y, no obstante, señalar que se trata de un afán diario en una planificación que reconoce la necesidad de tirar líneas hacia el futuro, a corto o, al menos, a mediano plazo. Cabe la posibilidad que los ajustes muestren nuevas facetas que no teníamos tan claras y que se revelan, por el lado positivo, como recursos y habilidades, mientras que por el lado más oscuro (del lado sombrío del corazón) como debilidades o fragilidades que hay que afrontar, para asumir nuestra imperfecta integralidad y seguir adelante.
Así, podemos sugerir nuevos significados del “cada día tiene sus afanes”, como una invitación a estar mejor:
- Registrar lo que nos pasa, una especie de “escaneo interno”, una vueltita por el jardín interno, que puede ser canalizada escribiendo, a fin de que hagamos alguna reflexión sobre aquello o, simplemente, al más puro estilo de la “corriente de la conciencia literaria”, escribir sin censura. Total es material personal. A propósito de corriente literaria, importante contar “con un cuarto propio y unos peniques”, allí habrá que inventar ese cuartito. Meditar. Y de aquello que resuene en este registro personal, lo que resalte como necesario de hacer y simplemente ponerlo en práctica. Si no, en un modo más extrovertido, platicar, charlar, “chismosear” (reivindicado como compartir alegrías y pesares entre pares), conversar con quien(es) le presten atención. Escuchar–nos.
- Asumir cambios y rutinas. Para ello es clave tener acuerdos básicos con quienes se convive. Y si se está solo(a) ponerse de acuerdo consigo mism@. Conciliar las demandas de los pequeñ@s o medianos, igual medio estresados con las actividad escolares, con el ambiente emocional de la casa, con los cuidados de los adult@s mayores y con las propias necesidades. Es necesario darse espacios de ocio. En especial permiso para “no hacer nada” al grupo de l@s trabajólic@s, l@s que han sido activísimos durante toda su vida y aún no re-definen como afrontar esta crisis, el peso de “las cuaren-sesentenas”, quienes estén en cualquier “primera línea”, para recuperar el aliento, el ánimo, la serenidad, las energías consumidas. Insistimos: inspirar-expirar como las suaves olas del mar que van y vienen, en un movimiento de siglos. Inspirar y expirar. Soltar. Esta crisis no es pasajera, va a continuar por semanas. Inspirar-espirar. Respirar y agradecer que estamos viv@s.
- Reconocer las necesidades del cuerpo, y ayudar a otr@s a que lo hagan; asumir nuestra emocionalidad (incluidas aquellas más difíciles de sobrellevar y canalizar, tales como los miedos, las tristezas, las iras), acallar la “chicharra” mental y usar esos recursos cognitivos y las actitudes positivas(algun@s les llaman resiliencias) para crear, resignificar y cultivar el espíritu en tiempos tan raros y tan exigentes. Y complementariamente, acoger los efectos de los estreses, los confinamientos, los asuntos inesperados y atenderlos con especialistas. Es momento de cuidarse, de dedicar tiempo a recuperarse integralmente y seguir con los afanes más significativos. Y darle espacios al buen humor y a las alegrías.
- Utilizar medios de comunicación disponibles. De modo de sostener las cercanías emocionales con las amistades, con la gente querida y abrir nuevas ventanas al entorno. En especial mantener cercanía virtual y, si se puede, presencial (con las medidas sanitarias ya difundidas ampliamente) con l@s adult@s mayores. Y también hay que cuidar el acceso de l@s niños, niñas y adolescentes a internet y redes sociales, ya que presentan ciertos riesgos. Y regular los tiempos frente a las pantallas.
- Cultivar los vínculos sociales, las amistades y las cercanías, por actividades comunes o por visiones de mundo, por sensibilidades compartidas o por simples simpatías y reforzar las redes sociales, incluidas las innumerables redes de apoyo a quienes lo necesitan, aportando granos de arena a sobrevivir a nuestras comunidades de pertenencia y/o de referencia. Sí, somos interdependientes. Ejercitar el dar y recibir.
- Aprender a usar herramientas tecnológicas accesibles. No será pasajero su uso como forma de organizar el trabajo, las tareas escolares o académicas y la cotidianeidad. Y por estas semanas disfrutar de todo el arte gratuito disponible (cine, teatro, conciertos, museos, música) y si no, por solidaridad con l@s trabajador@s del arte, los oficios y la cultura realizando aportes voluntarios. Es relevante cuidarse del “tecno estrés” cuando el teletrabajo implica todas las otras jornadas (crianza, casa, actividades sociales). Es el permiso de aprender a aprender.
- Pedir apoyo. No podemos necesariamente resolver todo sol@s en el escenario íntimo-privado. Y asumir la fragilidad de nuestras humanidades. No importa la edad, el género, la imagen construida de sí mism@, las creencias. Es hora de ser acogid@s y, en algún sentido, reinventarnos y seguir creciendo.
Cada día tiene su afán y este es un momento, increíblemente potente, para constatar este desafío personal, interpersonal y como humanidad en nuestros entornos naturales. Tenemos una diversidad de posibilidades para desarrollar.
15 junio 2020
@Ana_dédalos