En un año tan excepcional como este 2020, teniendo como actor principal la pandemia COVID-19, he estado reflexionando sobre balances y propósitos. Esto motivada por los acostumbrados balances de fines de año que solemos hacer y por las proyecciones que también trazamos. Como parte de los ritos tan necesarios de realizar.
Sobre este balance mesurado. Mi recomendación sobre este balance anual es que se adopte la mesura para realizarlo, en un punto medio entre la desazón, el pesimismo y el excesivo optimismo, ello porque he escuchado balances muy tajantes al respecto, en especial por el lado de que ha sido “malo,”muy negativo. Efectivamente, cada quien ha vivido un año que nos ha impactado en distintas dimensiones: laborales, interpersonales, familiares, en nuestros proyectos personales y
colectivo, no exento de penurias y costos, y que podemos mirar con cierta perspectiva ahora que termina.
La impresión que me cabe es lo potente que han sido los confinamientos y las medidas sanitarias, de modo que hemos debido detenernos, modificar lo que eran nuestras rutinas y la tarea de convertir las casas en el centro de todo: escuela, parvulario, oficina, centro de salud, de acogida, de sala de ensayos, de huerta y en muchos casos en espacios de dolor por las violencias ejercidas dentro de los hogares. Todo esto, experienciado acorde a la fase de vida en que estemos y con cierta emocionalidad más a flor de piel, incluida la de los estrés cotidianos y grandes cuotas de incertidumbre.
Significativo han sido las pérdidas de gente, lo que ha implicado vivir las ausencias afectivas (sin poder hacer, en muchos casos, ritos de despedidas), el fin de algunos proyectos vitales, tales como quiebres matrimoniales, rupturas familiares o proyectos laborales.
Complementariamente, podemos hacer un breve recuento de las nuevas habilidades desarrolladas, las creativas formas de solidarizar, los ajustes realizados en casa para afrontar el día con quienes vivo y, también, todo este contexto ha posibilitado, con un coraje enorme, darnos permisos de remirar-se, de remirarnos y, en una justa medida, evaluar lo dulce y lo amargo, las sombras que nos atormentan, a veces con la necesaria ayuda de especialistas de la salud.
Algunas preguntas motivadoras para este balance pueden ser: ¿Qué aprendí de mí, de mis cercan@s en este período?, ¿qué es necesario modificar de mi vida, de mis labores, cuáles son mis temas pendientes? o ¿cómo le he dado espacio a las emociones con las que me he conectado; a sensaciones como la incertidumbre, a los llamados o dolencias de mi cuerpo?, ¿cómo he afrontado las crisis personales, las crisis de pareja, las crisis de familia? Y de modo más global, ¿cómo me afectan las crisis sociales, las crisis económicas que estamos viviendo como comunidad mayor? Preguntas desde una perspectiva más positiva que castigadora o culpabilizadora.
Propósitos con sentido. Y, ligado con los balances, la posibilidad de definir nuestras metas con nuevos sentidos, en el contexto de un nuevo escenario COVID año 2021. Dentro de los prodigios de estos días, hemos tenido conjunciones únicas, como la “Estrella de Belén”, que nos recuerda que somos polvos de estrellas y que experimentamos, como todos los seres vivos, cambio de ciclos y acontecimientos que pueden volver a producirse, y para ello estar alertas a cómo podemos afrontarlos. Aquello, por ejemplo, que en la infancia me produjo una herida emocional, ahora, con más años, puedo acogerlo, reconocerlo y darle espacios de sanación y seguir adelante más liger@. De algún modo es crucial asumir los ritmos de la vida en nuestras trayectorias “La vida del hombre entre el nacimiento y la muerte se configura, por un lado, por el yo de cada individuo, resultando ser así un destino individual. Por otro lado, en cada biografía se observan unas leyes generales cuyo conocimiento nos puede ayudar a orientarnos” (Roden, Andreas. (2017)”Los ritmos de la vida en la biografía humana”. Editorial Antroposófica). Así, trayectorias individuales únicas y trayectorias colectivas, en un escenario fluido como el que estamos viviendo por crisis sanitaria y crisis sociales y económicas.
Y, también a modo de preguntas en relación a cuáles decisiones pongo en práctica para concretar metas, para lograr mayor realización personal y para convivir mejor, se pueden contestar otras preguntas que ayudan en esa definición de propósitos con sentido. Algunas de ellas de mayor alcance temporal, como ¿cuál el sentido de mi vida? , ¿y es esto coherente con la fase o etapa de vida que vivo? Y otras más: ¿cuáles son las cosas que realmente me importan? , ¿cómo concilio, si tengo pareja y vivo con hij@s, mis necesidades con las de otres? , ¿cómo vivo mejor mi soledad? , ¿cómo cuido mi humanidad (cuerpo, mente, corazón, espíritu), el hábitat en que vivo y cómo cuido a otres? , ¿cómo he realizado mis pequeños, medianos o grandes proyectos? y, en otra área, más desde las interdependencias sociales, ¿cómo potencio redes, en contextos de aislamientos / cuarentenas, fases que van y vienen, de una realidad teñida de Covid año 2021?
Es momento de darse espacios para hacer balances con mesura y definir propósitos con sentido. Abrazos apapachadores para cada un@ de ustedes.
Psic Ana Cáceres