En mis recorridos de formación como psicóloga, una de mis primeras opciones en la Universidad donde estudié, fue asumir la corriente Humanista de Psicología como la vertiente en la cual nutrir mi práctica clínica y laboral.
Pasados algunos años, en la búsqueda de mis propios procesos de sanación, hice actividades personales y grupales con grupo P.R.H, (personalidad y relaciones humanas), los que reafirman y amplían algunos principios a los que adscribía: la relevancia de la búsqueda del sentido de la vida, las relevancia de personas y sus funcionamientos psíquicos, el desafío del ejercicio de la libertad, el modo singular en cómo las relaciones con otr@s define nuestras trayectorias, la idea de seres humanos que pueden crecer con mayor conciencia de sí, de su historia, de sus recursos.
No obstante, es importante reconocer que las otras dos corrientes fundamentales de la psicología, la Escuela Psicoanalítica y la Conductista, han sido aportadoras también al desarrollo de nuestra disciplina. Sus diversos planteamientos enriquecen las miradas sobre las personas y las posibilidades de resolver sus problemáticas. Es así como las perspectivas de acompañamientos terapéuticos pueden considerar otras posibilidades de interpretaciones, deconstrucciones, y prácticas conductuales como vías para afrontar los malestares psíquicos y resolver los dilemas de cada etapa vital.
Una idea relevante en la Escuela Humanista es la existencia en las personas de voluntad de sentido, la libertad de volición, de autotrascendencia, o como lo plantea Abraham Maslow, uno de los propulsores de esta corriente en los 50s – 60s del siglo pasado, que releva el potencial de autorrealización y grafica las necesidades humanas. Como muy bien lo expresa la escritora española Irene Vallejo: “todos llevamos la semilla de la necesidad de construir algo que vaya más allá de nosotros mismos, y abonarla es profundamente gratificante”.
En la práctica psicoterapéutica humanista, se traducen en relevancia de la relación consultante-terapeuta, como medio o herramienta para que las sanaciones y cambios se produzcan, y el proceso sea fructífero. Un viaje singular que llega a buen puerto. Ello implica desde les terapeut@s cierta actitudes claves: congruencia, escucha activa, empatía, incondicionalidad, asunción del proceso centrado en su “cliente”/consultante. Y desde consultantes los principios de: el darse cuenta, asumir el aquí y ahora, el autodescubrimiento, que permite que cada persona sea el motor de su propio cambio y responsable de su proceso de desarrollo, junto con la compañía de su “ases@r”-consejer@.
En el ancho mundo de la Escuela Humanista, en los últimos años se ha profundizado en algunos grupos, del abordaje y práctica del mindfulness, ligado con las milenarias prácticas budistas, como vía de superar sufrimientos y lograr el bienestar. Lo que se suma a la psicología transpersonal, la terapia centrada en la persona de Rogers, la terapia Gestáltica, la logoterapia de Frankl, entre otras vertientes.
Y como de concepciones de humanidad se trata, desde otras concepciones como es el enfoque de género, en cada persona se hace necesario mirar los condicionamientos respectivos, las creencias socioculturales aprendidas y las experiencias que ello nos ha traído, de modo de hacer procesos de crecimiento, de desarrollo, de gestión de nuestras vidas más integrales, más completos, para asumir las complejidades que nos habitan y las posibilidades que podemos desplegar.
[1] PRH Internacional.“La persona y su crecimiento. Fundamentos antropológicos y psicológicos de la formación PRH. 2000
[2] Víctor Frankl. Psicoterapia y Humanismo. ¿Tiene un sentido la vida?. CFE. 2014
[3] Abraham Maslow. “Motivación y personalidad”. Ediciones Días de Santos.SA.
[4]Carl Rogers.”El proceso de convertirse en persona”. Booket ,2022
[5] Claudio Araya Véliz.”Humanidad compartida”.Desclee de Brouwer.Annica 11. 2019
Escrito por Psi. Ana Cáceres