Disfrutar el viaje CasaFen -Photo by Amy Treasure on Unsplash

Disfrutar el viaje

Disfrutar el viaje

¿Han acompañado alguna vez a un niño menor de 4 años a la plaza?

Los que lo han hecho sin duda habrán visto que los niños no están pensando en la plaza. Desde que salen de la reja están concentrados en su entorno y se les olvida que el objetivo es “llegar a la plaza”: se asombran mirando los arboles, saludando a los perros, se agachan a recoger piedras, hojas, papeles… y bueno, a veces basura también.

Se pueden demorar dos horas en caminar 3 cuadras o simplemente olvidarse de la plaza y quedarse haciendo montoncitos de piedras en la vereda. Aun tienen, si es que se lo permitimos, la capacidad de estar y experimentar el momento.

Somos nosotros -los adultos- los que los sacamos de este momento: «vamos, apúrate que después tendrás menos tiempo en la plaza» «mi amor, deja las hojitas y vamos a la plaza para poder  JUGAR»

¿Por qué hacemos esto? ¿En qué momento perdemos la capacidad de disfrutar y maravillarnos con el momento?

Muchas técnicas meditativas trabajan tratando de estar en el aquí y ahora, y no sé qué experimentan ustedes, pero es algo muy difícil de hacer!

Si miramos con más detención, estamos siempre apurando a los niños. En la mañana para salir a tiempo al jardín, al almuerzo para que coman rápido, al salir para llegar rápido a donde vamos, en la noche para terminar luego con la rutina de acostarse.

Cosas tan cotidianas como: «Súbete rápido al auto que vamos atrasados, niño: pero mamá quiero poner mi juguete aquí, mamá: no, apúrate y siéntate» ¿Resultado? Niño llorando y madre irritada y muchas veces angustiada y cansada.

¿Cuantas escenas así se nos repiten a diario? En un constante forcejeo agotador.

Estamos constantemente apurando a nuestros niños (en esto incluyo a algunos profesionales de la salud y educacionales)

¿Todavía no habla, no camina, no dibuja? ¡Es muy gritón. No es normal. No se queda sentado. Todo lo quiere a su pinta!

¿Por qué estamos tan apurados? ¿Cómo está esto afectando a nuestros niños?

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Ansiedad infantil, hiperactividad, pataletas extremas, temores nocturnos, entre otros tantos ¿cómo podemos pedirles a los niños que estén relajados y calmados sino respetamos sus ritmos?

Los niños pequeños están en una etapa de la vida, según su psicodesarrollo, donde todo lo que están aprendiendo y procesando es a través del HACER y OBSERVAR, si nosotros los interrumpimos, puede ser desde el querer estimularlos (sobre estimularlos diría yo) o tratar de que vayan más rápido de lo que pueden. Los estamos sacando de su proceso natural de aprendizaje y empobreciendo sus herramientas simbólicas.

De hecho en la sociedad actual parece molestarnos el ritmo de los niños.

Que el niño no grite, ni llore, ni cante fuerte en público porque… ¿molesta? Que el niño no se siente tranquilo por horas, sino quiera correr y saltar… A quien le molesta?

 ¿Serán los niños el problema? ¿O seremos nosotros los adultos que perdimos de vista lo importante?

Los invito nuevamente a hacer una prueba, ponerse por algunos momentos del día al ritmo de sus hijos, unos ejemplos de donde comenzar:

  • En vez de correr en la mañana dejar que tomen desayuno en pijama, darles 15 minutos de juego y atención antes de salir.(ayuda levantarse unos 20 minutos antes para que todos logren despertar)
  • No apurarlos en ir a la plaza, agacharse mirar los bichitos con ellos, maravillarse y concentrarse en lo que a ellos les maraville.
  • Dejar que se suban al auto a su ritmo.
  • En fin, dejarlos por unos momentos HACER, sin intervenir ni preguntar, solo dejarlos ser.
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    Respirar, parar, mirar y decidir si podemos o no posponer por unos minutos lo que estamos haciendo por dejarlos a ellos hacer a su ritmo.

    Obviamente no se puede hacer esto todo el día, y esto no es excluyente a poner límites. No se trata de dejar que hagan lo que quieran todo el día, se trata de entender que tienen un ritmo diferente al de los adultos y encontrar un equilibrio entre nuestros ritmos y los de ellos.

    Les aseguro que es MAGIA pura.

    Los niños se calman, se sienten comprendidos, mirados y amados. Libres y contenidos.

    Y por lo tanto no tiene necesidad de «molestar» para exigir ese espacio.

    Y quien sabe, quizás nos podemos también conectar nosotros y DISFRUTAR EL VIAJE

    Escrito por:  Psic. Federica Brauer